Lo común es empezar; lo extraordinario es perseverar
Todos comenzamos proyectos con un entusiasmo inicial singular. Así son las resoluciones de año nuevo, pero la perseverancia y la resistencia para mantener un proyecto no es lo más común. Quizás la euforia del principio nos hace olvidar que el esfuerzo vale más.
Probablemente por esa razón Steve Jobs dijo una vez: “estoy convencido de que aproximadamente la mitad de lo que separa a los empresarios exitosos de los no exitosos es pura perseverancia”.
Steve Jobs
Empezamos cosas todo el tiempo, pero ¿Cuántas terminamos?
Podemos decir que empezar algo es parecido a enamorarse: es emocionante e imaginas todo lo bueno que trae consigo esa novedad. Pero después de un tiempo, la actividad, proyecto o tarea, deja de ser novedosa.
Algunos proyectos se parecen a una carrera de 100 metros planos: la meta o el objetivo está cerca y tardan en completarse un par de días o unas semanas.
Pero otros proyectos, más ambiciosos y con mucho más valor, se parecen más a un maratón (42 km.): toman meses o años. Requieren más esfuerzo, resistencia y perseverancia
¿Por qué se pierde tan rápido el entusiasmo inicial?
Hay diversas razones y ya mencionamos que cuando el proyecto deja de ser una novedad, puede volverse una rutina que erosiona la motivación.
También podría influir el miedo a no cumplir con las expectativas externas y ser evaluado por eso. A nadie le gusta ser juzgado.
De manera que posponer una tarea puede ser una forma de evitar el temor a ser observado, calificado o criticado.
El miedo a no cumplir nuestras propias expectativas igual puede desmotivarnos. Tener objetivos es esencial. Pero si son muy ambiciosos puede aterrarnos pensar en la posibilidad de fracasar o no tener la capacidad de lograrlos.
Estos sentimientos deterioran muy rápido la motivación y pueden producirnos un bloqueo mental que nos impide continuar con un propósito.
Las metas de largo plazo casi siempre implican cambios de hábitos
Cambiar de hábitos o crear nuevos hábitos significa un proceso laborioso y lento, especialmente al inicio, porque es el momento de menor fortaleza emocional y nos equivocamos más.
Por ejemplo, las dietas, dejar de fumar, ir al gimnasio, mejorar las condiciones físicas con ejercicios, mejorar la escritura, o enfocarse para leer o estudiar son proyectos que requieren cambios de hábitos.
Aunque los comencemos con entusiasmo, no es fácil ver avances o logros en las primeras semanas y eso puede hacernos sentir que perdemos el tiempo.
Podría servir de referencia el estudio que hizo Josh Morgan sobre el número y la situación de los podcasts en iTunes USA, en el 2015.
Entre sus hallazgos se destaca el hecho de que en junio del 2015 había alrededor de 206.000 podcasts individuales, y se agregaban unos 5.000 nuevos cada mes.
Sin embargo, solamente 40% de los podcasts estaban activos y el 76% de los mismos nunca recibió ni una calificación. La gran mayoría de creadores de podcast abandona el reto a los 6 meses.
Emprender tiene más historias de fracaso que de éxito
Lo más difícil no es tener una idea brillante. Tampoco es suficiente tener un buen plan de cómo llevarlo adelante. Hay que actuar y los comienzos implican errores.
Se necesita de mucha disposición y madurez para aprovechar los errores propios del inicio de un proyecto en función de correcciones oportunas.
Entre las “pequeñas empresas” o emprendimientos, hay quienes llaman “Valle de la Muerte” al hecho de que el 80% de las mismas no llegan a 5 años de vida.
Después del entusiasmo inicial, que dura entre 6 meses y un año, las iniciativas de negocio se enfrentan a la ineludible necesidad de resultados económicos que las justifiquen.
La falacia del talento no nos ayuda a entender nuestros verdaderos retos
A todos nos encanta el misterio y lo mágico del “talento”, como explicación de los logros y el éxito. Si alguien realiza una hazaña admirable, de inmediato lo calificamos como “talentoso”.
Ahora bien, darle tanta importancia al talento nos libera de la responsabilidad individual que tenemos frente a lo que carecemos o podemos mejorar.
El talento, como don físico o mental, en realidad es el producto de muchísimos pequeños logros previos, no su causa.
El exitoso actor Will Smith señala: “Las personas que intentan sobresalir en la vida, que tienen un sueño, que son activas, no suelen ver que el talento no es lo mismo que la habilidad. El talento se tiene de manera natural. La habilidad, en cambio, solo la adquirimos cuando le ponemos a nuestro oficio horas y horas”.
Cuando vemos a alguien destacarse mucho en cualquier actividad profesional lo etiquetamos como talentoso. Pero no hemos visto el enorme esfuerzo que le tomó llegar ahí.
Además, si consideráramos ese esfuerzo, podríamos compararlo con el nuestro y darnos cuenta de lo que nos falta por hacer (situación que no nos motiva mucho).
La falacia del talento surge porque solo somos testigos de la expresión final de la excelencia y no de las innumerables horas de trabajo y pequeñas tareas que se dedicaron para producirla.
El esfuerzo vale mucho más que el talento
Los extensos estudios de la doctora Angela Duckworth, publicados en su libro “Coraje: el poder de la pasión y la perseverancia”, demuestran que el esfuerzo vale al menos el doble que el talento.
Estas son algunas de las preguntas que ella aborda en su libro:
¿Suele la gente abandonar al cabo de poco aquello que se propone?… ¿Cuántas personas empiezan algo nuevo, llenas de entusiasmo y de buenas intenciones, y lo dejan (para siempre) al toparse con el primer obstáculo real o con el primer largo periodo de estancamiento?
La propuesta central de la doctora Duckworth se basa en estas fórmulas:
• Talento x Esfuerzo = Habilidad
• Habilidad x Esfuerzo = Logro
Como puedes ver, la diferencia de los resultados está en el esfuerzo
Si alguien con poco talento quiere conseguir algo, lo puede hacer, siempre que redoble su esfuerzo (para conseguir una habilidad y el logro).
Alguien con mucho talento, pero que no se esfuerce, no va a conseguir ni habilidad ni logro.
Quien tiene poco talento, pero se esfuerza mucho, puede igualar y superar a un talentoso.
Quien debe esforzarse por falta de talento, podría tardar más en destacar que un talentoso. Pero, una vez que lo alcance, puede crecer y destacar más.
Los talentosos tienden a confiarse y a no esforzarse todo lo que podrían. Razón por la cual, en muchos casos, no aprovechan sus fortalezas ni alcanzan todo su potencial.
Las palabras de Bruce Lee, exitoso maestro de artes marciales, son una buena síntesis para las reflexiones de este artículo: “La consistencia a largo plazo supera la intensidad a corto plazo”.
Juan Carlos Jiménez
Empresario, Consultor, Profesor y Conferencista de Marketing,
Ventas, Comunicación Efectiva, Valores y Liderazgo
Mi Blog: Arte Supremo
Twitter: @jucarjim